domingo, 23 de enero de 2011

SOBERANIA NACIONAL

embre de 2010 20:51

El llamado día de la soberanía recuerda la batalla de la vuelta de obligado. Pero de lo que realmente nos pone al tanto una vez más, es de las enormes y ridículas divisiones sociales de las que somos presa hace ya 200 años. La historia oficial ha demonizado dirigentes y gobernantes de acuerdo a intereses políticos, sin ver que han sido hombres, con virtudes y defectos al igual que los que la historia ha decidido apañar. Como todos los que fueron y todos los que vendrán. Y todos producto de esta misma sociedad. Rosas fue un demonio de la historia. Sin embargo no todo es como se ha contado.

Juan Manuel de Rosas ha sido querido por muchos ciudadanos, especialmente los mas pobres, y odiado por muchos otros, especialmente los de las clases sociales más altas. Mas allá de las dificultades internas, sus opositores recurrieron sistemáticamente a potencias extranjeras con el fin de que invadiesen el país para derrocarlo. De hecho, Justo José de Urquiza, el general entrerriano, logró vencerlo y derrocarlo al mando de 33.000 portugueses.

Pero previo a ello, intelectualoides locales refugiados en Montevideo apañaron y apoyaron la invasión anglofrancesa que el día de la soberanía recuerda conmemorando su batalla mas decisiva, la de la Vuelta de Obligado. Esos opositores unitarios, que manejaban la opinión pública opositora desde Montevideo, faltaban sistemáticamente a la verdad para obtener adhesiones y seguidores.

Todo ese contexto, es reflejado en una "Carta de un exiliado argentino en la escuadra anglofrancesa", del libro de Manuel Galvez, "Bajo la garra anglofrancesa". Aquí va la carta textual, para entender que nos pasó, que nos pasa y que nos pasará, más allá del hecho puntual.

"Estruendo espantoso. Parecía que el universo iba a desquiciarse. Eran los primeros cañonazos de las baterías rosistas. Miré mi reloj: marcaba las ocho y cincuenta. Las piernas me temblaron. Y estaba en eso, preocupado con mis emociones, temiendo hacer un papelón frente a los valientes marinos que me rodeaban, cuando de pronto oí un coro lejano.

-Sus compatriotas están cantando -me dijo Sosthené-, usted sabrá lo que es.

Agucé el oído. Habíamos avanzado un poco más. Vi en lo alto de las baterías muchas banderas argentinas, y mis oídos distinguieron lo que las figurillas rojas cantaban: el Himno Nacional. Con asombro me pregunte: "¿No decían los periódicos de Montevideo, y los unitarios en general, que Rosas había suprimido la bandera argentina y que en vez del Himno Nacional, los soldados entonaban La Refalosa o cualquiera de los himnos rosistas?".

Presentí que los ojos de esos hombres deben haberse llenado de lágrimas. ¡Oid mortales el grito sagrado! ¡Libertad, libertad, libertad!. las palabras del himno heroico, mientras las banderas eran tremoladas, lanzadas al cielo por aquellos hombres, que iban a morir y que se derramaban por las quietas aguas del Paraná, resultaban imponentes.

Hasta los cañones extranjeros se habían detenido por un instante por respeto.Y mis ojos se humedecieron, en voz bajita, muy bajita, para que los franceses no me oyeran, mis labios repitieron las palabras gloriosas.

Y en seguida, terminado de cantar el Himno, estallaron briosas dianas en toda la línea. Aquellos tambores y clarines, según me pareció, protestaban al ver el territorio de la patria invadido. Y poco después, reanudó el bárbaro cañoneo que me reventaba los oídos, distinguí también, sobre los cascos anclados en la línea que cerraba el río, buen número de banderas argentinas.

Confieso que mi emoción fue una tonta debilidad. ¿Que dirían si me hubieran visto mis amigos Varela y Garibaldi? Soy sentimental y no puedo remediarlo. ¡Pensar que yo, durante algunos minutos, sentía a la par de los esclavos del tirano!. Un poco más y acaso hubiera gritado ¡Viva el Restaurador de la Leyes!. Me avergoncé, y sin duda, como lógica reacción, experimenté más tarde le violento deseo de que las defensas del tirano, sean barridos y exterminados sus defensores. Y en lugar del vítor a Rosas, mi alma se lleno de vítores a la Libertad y a la Civilización, y los ingleses y franceses, que daban su vida por salvarnos, y a los representantes y almirantes extranjeros que habían que ordenado aquella necesario humillación".

La carta esta publicada en el libro Juan Manuel de Rosas, de la Colección Grandes Protagonistas de la Historia, del diario La Nación, que fuese dirigida por el brillante historiador Félix Luna, al que ni el más retrógrado puede calificar de rosista.

Dr. Horacio Minotti
Director de PUNTOJUS 
 

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